He escrito muchas veces este texto, queriendo transmitirte con pocas palabras, cómo he llegado hasta aquí.
Y me he dado cuenta de que todo se resume en unos pocos conceptos

1

Frustración

De niña me encantaba dibujar y quise aprender a pintar.

Mi madre buscó incansable, pero en Barbastro no había profesores de pintura. Así que me compró unos óleos y unos pinceles… en mi casa nadie pintaba, así que no podían darme muchas explicaciones de cómo hacerlo.

Me senté en la mesa redonda del salón, abrí la cajita de 6 colores de óleos y miré el folio decidida a pintar un girasol.

Y ya te he dado la clave de mi primera gran frustración.

Pinté un girasol en un folio… con óleo. Recuerdo nítidamente el aceite extendiéndose por el papel y la incapacidad que sentí.

Dejé durante muchos años la pintura y aún odio los girasoles.

Al frustrarnos solemos convencernos de que no valemos, sin pensar que quizás había otra forma de llegar a donde queríamos, o que, simplemente, necesitábamos a alguien que nos echara una mano.

2

Profes aburridos vs. profes brillantes

A partir de los 12 quería ser bióloga.

Llegué al instituto decidida a estudiar ciencias. Y allí estaba mi primer profesor poco motivador: física y química. Y el segundo: matemáticas avanzadas. Esas clases aburridas y eternas me dejaron algo claro, yo no valía para la ciencia.

Y puedes pensar que, si acabé en algo artístico, quizá sea porque no sirvo para la ciencia. Y te confieso que, si no fuera por lo que pasó después, yo también lo pensaría.

Terminé estudiando diseño interior. En el primer año tenía clase, otra vez, de física y química, pero ahora con un profesor brillante. ¿Y sabes quién sacó sobresaliente en ambas asignaturas sin ningún esfuerzo? Sí, la bióloga frustrada.

Así que por favor, si crees que hay algo que no puedes aprender, piensa que tal vez solo te falta encontrar el camino adecuado… o alguien que te lo muestre con entusiasmo.

3

Confianza

Esta historia se repitió otra vez. En diseño de interiores mi gran terror era el dibujo. Las inseguridades me bloqueaban. El profesor de proyectos llegó a decirme que ni se me ocurriera hacer el proyecto final a mano. Lo hice en 3D (y, la verdad, me quedó muy bien).

Entonces me reía contándolo, pero dolía sentirme tan lejos de lo que más me gustaba. Con tantas “señales”, la frustración acabó convirtiéndose en resignación, ya estás totalmente segura de que no puedes.

Al terminar interiores me di cuenta de que me gustaba bastante más el diseño gráfico, así que empecé a estudiarlo… y allí estaba Pablo. Solo tuvo que confiar en mí y decirme que podía. Y yo, simplemente, empecé a poder. Parece fácil… que alguien te diga que puedes… pero es tan difícil que suceda…

Durante ese tiempo me di cuenta de que era posible aprender a dibujar, que repitiendo y repitiendo al final lo consigues.

El secreto era que había que hacerlo 100 veces y yo siempre me había quedado en la 99. En realidad, este es uno de los aprendizajes más importantes de mi vida.

Final de la historia

Después de estudiar, abrí mi propio estudio de fotografía y diseño gráfico. Se llamaba El Guapo de la Foto.

Fueron años emocionantes, me sentía muy valiente… pero también fueron años duros. Me pasó como cuando intenté pintar un girasol con óleo en un folio, sin experiencia, hay muchas cosas que haces mal. Así que terminé cerrando cuando surgió la oportunidad de trabajar como diseñadora gráfica para una empresa. Esta última etapa duró diez años y, al terminar, llegó el momento de volver a ser yo.

Las constantes en mi vida han sido la acuarela y la naturaleza, así que eso es lo que quiero hacer. Parafraseando a la gran May Sarton: la única paz que conozco proviene de la naturaleza, de sentirme parte de ella.

Y así llego hasta hoy. Cuando no solo quiero pintar, sino también ayudar a otros a que lo consigan, a creer en ellos (y demostrárselo), y decirles que son 100 veces y no 99 las que hay que intentarlo.