Durante los días que mi tía Olga estuvo ingresada, luchando contra los efectos del tratamiento contra el cáncer, se me ocurrió pintarle una flor por cada día en el hospital. Así, al salir, tendría un bonito regalo de bienvenida. A ella le encantaban las flores, y de alguna forma, pintarlas me dio esperanza.
Pero nunca se las pude dar.
Ahora esas flores se han convertido en una manera de honrarla y de poner un puntito de luz en un momento tan oscuro. Todo lo recaudado con su venta será donado a la investigación contra el cáncer: un grano de arena más para lograr que los tratamientos siempre sean mejores que la propia enfermedad.
Gracias por ser parte de esa luz y de estas flores.








